 | Cuando Prahlāda Mahārāja, la gran personalidad, vio allí sentado al Señor Supremo, rodeado y adorado por sirvientes íntimos como Sunanda, no pudo contener las lágrimas de alegría. Después de acercarse al asiento del Señor, se postró ante Él y Le ofreció reverencias con la cabeza en el suelo.
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