 | Aditi permaneció de pie en silencio, con las manos juntas, incapaz de ofrecer oraciones al Señor. Debido a la felicidad trascendental, los ojos se le llenaron de lágrimas, y los vellos del cuerpo se le erizaron. La visión directa de la Suprema Personalidad de Dios le hacía sentir éxtasis, y su cuerpo temblaba.
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