Śrīmad-Bhāgavatam
<< Canto 6, Los Deberes Prescritos para la Humanidad >>
<< 14 - La lamentación del Rey Citraketu >>
<<VERSO 4 >>

prāyo mumukṣavas teṣāṁ
kecanaiva dvijottama
mumukṣūṇāṁ sahasreṣu
kaścin mucyeta sidhyati

PALABRA POR PALABRA



TRADUCCION

¡Oh, el mejor de los brāhmaṇas, Śukadeva Gosvāmī!, de entre muchas personas que siguen principios religiosos, sólo unas pocas desean liberarse del mundo material. De entre muchos miles que desean la liberación, tal vez haya una que la alcance, abandonando el apego material por la sociedad, la amistad, el amor, el país, el hogar, la esposa y los hijos. Y, de entre muchos miles de personas liberadas, es muy difícil hallar una que haya podido entender el verdadero significado de la liberación.

SIGNIFICADO

Hay cuatro clases de hombres: karmīs, jñānīs, yogīs y bhaktas. Este verso se refiere especialmente a los karmīs y a los jñānīs. El karmī trata de ser feliz en el mundo material pasando de un cuerpo a otro. Su objetivo es el bienestar físico, aquí o en otro planeta. Sin embargo, esa persona, cuando se eleva al plano del jñāna, aspira a liberarse del cautiverio material. De entre muchas personas que aspiran a la liberación, tal vez una la logre en el curso de su vida, abandonando los apegos por la sociedad, la amistad, el amor, el país, la familia, la esposa y los hijos. De entre muchas de esas personas liberadas que se encuentran en la etapa de vānaprastha, puede que una comprenda la importancia de la vida de sannyāsī, aceptando por completo esa orden de vida de renuncia.

En realidad, Mahārāja Citraketu no estaba destinado a tener hijos. Por eso, aunque tenía cientos de miles de esposas, todas ellas resultaron ser estériles, de modo que no pudo tener ni un solo hijo. Cuando Aṅgirā Ṛṣi fue a verle, el rey pidió al gran sabio la bendición de tener al menos un hijo. Con esa bendición de Aṅgirā Ṛṣi, y por la gracia de māyā, el rey tuvo el hijo que deseaba; el niño, sin embargo, no iba a vivir mucho tiempo. Por esa razón, Aṅgirā Ṛṣi, al principio, había dicho al rey que su hijo sería causa de júbilo y de lamentación.

Por los designios de la providencia, en otras palabras, por la voluntad del Supremo, el rey Citraketu no estaba destinado a tener hijos. Del mismo modo que una semilla estéril no puede generar otras semillas, la persona estéril, por voluntad del Señor, no podrá engendrar hijos. A veces, un padre impotente y una madre estéril tienen hijos, mientras que, otras veces, un padre potente y una madre fértil no los tienen. De hecho, a veces nace un hijo a pesar del recurso a los métodos anticonceptivos, y entonces los padres matan al niño antes de nacer. En la era actual, esa matanza de niños antes de nacer es una práctica común. ¿Por qué? ¿por qué fallan los métodos anticonceptivos?; ¿por qué se conciben hijos que los padres tienen que matar antes de que nazcan? La conclusión es que los métodos de nuestro supuesto conocimiento científico no pueden determinar lo que va a ocurrir; en realidad, lo que vaya a suceder depende de la voluntad suprema. Es la voluntad suprema quien determina los factores de familia, comunidad y personalidad en que nos desenvolvemos, factores que han sido dispuestos por el Señor Supremo conforme a nuestros deseos bajo el hechizo de māyā, la ilusión. Por consiguiente, en la vida devocional no debemos desear nada, puesto que todo depende de la Suprema Personalidad de Dios. Como se afirma en el Bhakti-rasāmṛta-sindhu (1.1.11):

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