 | ¡Oh, Señor de ojos de loto!, como los pajarillos todavía sin alas, que siempre esperan que su madre regrese a alimentarles, o como los terneros que, atados con cuerdas, esperan ansiosamente el momento del ordeño, en que se les dejará beber la leche de sus madres; como la esposa triste por la ausencia del esposo, que siempre anhela que regrese y la satisfaga por entero; así suspiro yo siempre por la oportunidad de ofrecerte servicio directamente.
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