 | Para el sacrificio, el jefe de los ḍakaits había capturado a un hombre-animal, quien, sin embargo, se había escapado. El bandido ordenó entonces a sus secuaces que lo buscasen, pero, aunque salieron en su persecución en distintas direcciones, no dieron con él. Vagando de un lugar a otro, cubiertos por la densa oscuridad de la noche, llegaron a un arrozal donde vieron al excelso hijo de la familia de descendientes de Aṅgirā [Jaḍa Bharata], quien, sentado en un puesto elevado, guardaba el campo de los ataques de los ciervos y los jabalíes.
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