 | La cierva, por naturaleza, vivía siempre con el temor de que la matasen, y siempre miraba a su alrededor con recelo. Cuando oyó el poderoso rugido del león, se agitó mucho. Mirando en todas direcciones con ojos llenos de inquietud, y aunque todavía no había calmado su sed por completo, de repente salió corriendo hacia la otra orilla.
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