 | El gigantesco hombre negro mostró sus espantosos dientes. Con los movimientos de sus cejas, los cuerpos luminosos del cielo se dispersaron, y con su refulgencia, de cegadora intensidad, hizo que su brillo se difuminase. Por la mala conducta que Dakṣa había mostrado, ni siquiera su padre, el Señor Brahmā, se hubiera salvado de aquella inmensa manifestación de ira.
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