 | ¡Oh, príncipe de los semidioses! ¿Cómo no se va a poner impaciente el cuerpo de una hija al escuchar que en la casa de su padre se está celebrando un acontecimiento festivo? Tal vez pienses que no he sido invitada, pero no hay nada de malo en ir a la casa de un amigo, del esposo, del maestro espiritual o del padre sin haber sido invitado.
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