 | El cuerpo del Señor es negruzco, pero es eterno, lleno de bienaventuranza y conocimiento, y muy, muy hermoso. Sus ojos se encuentran siempre apacibles, y son rojizos como el Sol naciente de la mañana. Pude reconocer de inmediato que era la Suprema Personalidad de Dios por Sus cuatro brazos, por las diferentes representaciones simbólicas, y por la ropa amarilla de seda.
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