Śrīmad-Bhāgavatam
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nātmā jajāna na mariṣyati naidhate ’sau
na kṣīyate savana-vid vyabhicāriṇāṁ hi
sarvatra śaśvad anapāyy upalabdhi-mātraṁ
prāṇo yathendriya-balena vikalpitaṁ sat

PALABRA POR PALABRA



TRADUCCION

El Brahman, el alma eterna, nunca nació y nunca morirá, ni crece ni decae. Esa alma espiritual en realidad es la conocedora de la juventud, la madurez y la muerte del cuerpo material. Así pues, se puede entender que el alma es conciencia pura, que existe en todas partes en todo momento y que nunca es destruida. Así como el aire vital dentro del cuerpo, que aunque es uno, se manifiesta como muchos en contacto con los diversos sentidos materiales, el alma única parece asumir diversas designaciones materiales en contacto con el cuerpo material.

SIGNIFICADO

En este capítulo del Bhāgavatam se explica el aforismo védico sarvaṁ khalv idaṁ brahma, «Todo es el Brahman». La Suprema Personalidad de Dios es la fuente original de todo. Al expandir Su potencia interna, manifiesta el mundo espiritual, al expandir Su potencia externa, manifiesta el cosmos material. La entidad viviente condicionada es originalmente parte integral de la potencia interna superior del Señor, pero al estar en contacto con la ilusión, cae bajo las garras de la potencia externa. En cualquier caso, como todo es una expansión de la potencia del Brahman Supremo, todo es parte integral de la potencia espiritual del Señor. Bhayaṁ dvitīyābhiniveśataḥ syād īśād apetasya viparyayo ’smṛtiḥ. Cuando una entidad viviente piensa que el mundo material no es parte integral de la potencia del Señor, sino que es una existencia separada, susceptible de ser controlada y disfrutada por la diminuta alma jīva, se encuentra bajo el control de viparyayaḥ, una concepción errónea. Asmṛtiḥ. De ese modo, la entidad viviente olvida que el Señor Supremo es el propietario de todo y que todo es una expansión del Señor.

Śrīla Śrīdhara Svāmī señala que, aunque la potencia externa del Señor está sujeta a transformaciones tales como el nacimiento, el crecimiento, la decadencia y la muerte, no se debe concluir tontamente que la potencia interna del Señor, la entidad viviente, también está sujeta a esos cambios. En última instancia tanto la entidad viviente como la naturaleza material son Brahman, pues son expansiones del Brahman Supremo. Los Vedas dicen claramente: parāsya śaktir vividhaiva śrūyate: las potencias del Señor son vividhā, múltiples. Así pues, según este verso: nātmā jajāna na mariṣyati naidhate ’sau na kṣīyate: el alma nunca nace ni muere, ciertamente no puede crecer ni decaer como un cuerpo material. Aunque el cuerpo material visible pasa por la niñez, la adolescencia y la vejez, aunque uno pueda nacer como semidiós, ser humano, planta o animal, el alma espiritual nunca cambia su posición constitucional eterna. Más bien, se identifica falsamente con las transformaciones externas del cuerpo material, de ese modo, se impone una condición psicológica llamada ilusión. Esta miserable experiencia ilusoria de verse a uno mismo transformado y finalmente aniquilado por las leyes de la naturaleza puede ser anulada por el conocimiento trascendental de la propia condición eterna como energía superior del Señor.

En este verso no se debe interpretar erróneamente la palabra sarvatra como que el alma jiva individual es omnipresente. El alma no nace ni muere. Sin embargo, en nuestro estado condicionado actual nos identificamos falsamente con el nacimiento y la muerte del cuerpo. Por lo tanto, como un alma omnipresente nunca caería en la ilusión, sarvatra no puede indicar que el alma individual es omnipresente. La ilusión implica una comprensión incompleta de la realidad, lo cual no sería posible para una entidad omnipresente. Por lo tanto, se entiende que la palabra sarvatra significa que el alma espiritual pura existe en todas las condiciones materiales. Por ejemplo, en el sueño profundo la conciencia puede no manifestarse abiertamente, aun así se entiende que el alma espiritual está presente dentro del cuerpo. De manera similar, en el Bhagavad-gītā se entiende que el alma espiritual (nityaḥ sarva-gataḥ) puede existir incluso dentro del fuego, el agua o el espacio exterior, ya que la existencia del alma nunca depende de las condiciones materiales, sino que es un hecho eterno. La conciencia del alma se manifiesta más o menos según las posibilidades que ofrece una situación material determinada, así como la luz eléctrica se manifiesta con una intensidad y un color determinados según la bombilla disponible. La energía eléctrica es una, pero se manifiesta de forma diversa según las condiciones materiales.

Se podría argumentar que, aunque el alma espiritual es conciencia pura (upalabdhi-mātram), nuestra experiencia práctica es que la conciencia se transforma constantemente. Si estoy pensando en un objeto azul, como el cielo, entonces mi pensamiento anterior de un objeto amarillo, como una flor, se destruye. De manera similar, si tomo conciencia de que tengo hambre, entonces mi conciencia del cielo azul se destruye. De esta manera, la conciencia se transforma constantemente. Śrīla Śrīdhara Svāmī responde que la conciencia en sí es eterna, pero en contacto con los sentidos materiales puede manifestarse de diversas maneras. El ejemplo del aire vital es muy apropiado. El prāṇa, el aire vital, es uno, pero en contacto con los diferentes sentidos se manifiesta como el poder de ver, el poder de oír, etc. De manera similar, la conciencia, al ser espiritual, en última instancia es una, pero cuando está en contacto con los diversos sentidos puede percibirse en términos de funciones sensoriales particulares. Pero el estado de conciencia es un hecho eterno que no se puede cambiar, aunque pueda estar cubierto temporalmente por māyā.

Cuando uno se vuelve consciente de Kṛṣṇa, se lo considera dhīra (dhīras tatra na muhyati). En ese momento ya no está sujeto a la confusión causada por la falsa identificación de su conciencia con las transformaciones de la naturaleza material.

De la afirmación tat tvam asi, que se encuentra en el Chāndogya Upaniṣad, se desprende que el conocimiento espiritual no es impersonal, sino que implica la percepción gradual del alma espiritual pura dentro del cuerpo material. Así como en el Bhagavad-gītā Kṛṣṇa dice repetidamente aham, “yo”, este aforismo védico utiliza la palabra tvam, “tú”, para indicar que, así como la Verdad Absoluta es la Suprema Personalidad de Dios, la chispa individual de Brahman (tat) también es una personalidad eterna (tvam). Por lo tanto, según Śrīla Jīva Gosvāmī, se desprende que la chispa individual del Brahman es eternamente consciente. Además Viśvanātha Cakravartī Ṭhākura señala que en lugar de perder el tiempo tratando de entender la verdad en su aspecto impersonal, que es meramente la negación de la diversidad material temporal, uno debe tratar de entenderse a sí mismo como una entidad eternamente consciente en la categoría jīva. En otras palabras, uno debe entenderse a sí mismo como un servidor eternamente consciente de la Suprema Personalidad de Dios.

A este respecto, Śrīla Madhvācārya cita la siguiente declaración de la sección Mokṣa-dharma del Mahābhārata:

ahaṁ hi jīva-saṁjño vai
mayi jīvaḥ sanātanaḥ
maivaṁ tvayānumantavyaṁ
dṛṣṭo jīvo mayeti ha
ahaṁ śreyo vidhāsyāmi
yathādhikāram īśvaraḥ


«La entidad viviente, conocida como jīva, no es diferente de Mí, pues es Mi expansión. Por lo tanto, la entidad viviente es eterna, como Yo y siempre existe dentro de Mí. Pero no debes pensar artificialmente: ‘Ahora he visto el alma’. Más bien, Yo, como la Suprema Personalidad de Dios, te otorgaré esta bendición cuando estés realmente capacitado».

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