Mahābhārata La historia de la Gran India
<< 46 El desafío del come hombres >>

Notando que su hermana se había tardado mucho, Hidimba, el señor de los Raksasas descendió de su árbol y fue a buscar a los Pandavas. Sus arrogantes ojos saltones estaban enrojecidos de ira, se le pararon los pelos y el poderoso demonio se erguió tan alto que su cuerpo abolló las nubes. Repetidamente extendió alrededor sus fuertes brazos, golpeando su palma con su puño e hizo rechinar los afilados colmillos que iluminaban su horrenda cara.

Viendo que el horrible monstruo se aproximaba para atacarlos, su hermana Hidimba se llenó de pánico y le dijo a Bhimasena: "¡va a atacarnos! Es un malvado antropófago, terriblemente cruel; tú y tus hermanos deben hacer exactamente lo que digo. Tengo toda la fuerza de los Raksasas y puedo ir a cualquier lugar a voluntad. Súbete en mi cadera, mi héroe y te llevaré a través de rutas aéreas; ¡oh poderoso!, por favor hazlo. Despierta a tus hermanos y a tu madre y llevaré a todos ustedes volando a través del cielo celestial".

Bhimasena dijo: "No temas ninfa, él no es nada en mi presencia. ¡Oh dama de cintura delgada, voy a matarlo ante tus propios ojos. Este degradado Raksasa no es contendiente para mí, ¡oh mujer tímida! Por qué ni siquiera todos los Raksasas juntos pueden resistir mi presión en la batalla, sólo mira mis brazos abultados, tan gruesos como trompas de elefante, mis muslos son tan duros como vigas de hierro y mi pecho macizo y amplio. ¡Oh linda muchacha!, no me insultes al pensar que soy un ser humano ordinario, porque verás ahora ninfa que soy igual en proeza que Indra.

Hidimba dijo: "No te estoy insultando, ¡oh tigre entre los hombres!, porque veo que eres tan hermoso como dios, pero también he visto los estragos ocasionados por este Raksasa a los seres humanos".

¡Oh Bharata!, mientras que Bhimasena y Hidimba estaban hablando, el Raksasa antropófago escuchó las palabras de Bhimasena y se puso furioso, Hidimba luego notó que su hermana había asumido forma humana con una guirnalda en la parte superior de la cabeza y una cara tan brillante como luna llena; su nariz, cabello y cejas eran todos exquisitos, su piel y uñas muy delicadas. Ella estaba vestida con prendas muy delgadas y adornada con todo tipo de joyas. Viéndola en una forma humana tan encantadora, el antropófago sospechó que ella estaba lujuriosa por el hombre y esto sólo avivó el fuego de su ira.

Lleno de furia le saltaron los enormes ojos al Raksasa en contra de su hermana, ¡oh noble Kuru!, y la reprendió: "¿Quien es este tonto que me obstruye cuando tengo hambre? ¡Hidimba!, ¿estás tan confundida y engañada que no temes mi ira? ¡Maldita y descarada mujer! ¡Lujuriosa tras los hombres! Te repudio porque traes infamia a todos los señores Raksasas que han venido antes que nosotros. Poniendote de parte de los humanos cruelmente me has ofendido; ¡voy a matar inmediatamente a todos ellos y también te voy a matar a ti!"

Después de haber hablado así, Hidimba, con ojos enrojecidos por la ira y furiosamente rechinando los dientes, se apresuró hacia Hidimba para matarla. Viendo esto, el poderoso Bhima, el mejor de los guerreros, gritó con una voz amenazante: "¡Detente! ¡Quedate ahí!

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