La luz del Bhāgavata
<< 8 El colorido verdor del pasto recién brotado >>

El colorido verdor del pasto recién brotado, las flores de estación, la umbrela de las ranas, las mariposas y las otras variedades de la estación lluviosa representan perfectamente una familia de bien, absorta en la vanidad de sus posesiones particulares.

Un hombre rico exhibe su opulencia en diferentes formas multicolores. Tiene un buen bungalow residencial, con terreno suficiente y un jardín muy bien cuidado. El bungalow está decorado con muebles y alfombras modernas. Hay automóviles de colores deslumbrantes y un equipo de radio recibiendo y difundiendo noticias coloridas y canciones melodiosas. Todo esto cautiva a su propietario, como si estuviese en el país de los sueños de su propia creación.

El mismo hombre era tan seco como la tierra agotada y no tenía ninguna de estas opulencias, en ese entonces su comportamiento era sencillo, pero desde que obtuvo todos estos medios materiales de placer, olvidó el principio que establece que todo en el mundo viene y se va como los cambios de estación. El hermoso Fuerte Rojo y el Taj Mahal fueron construidos por Shah Jahan, quien abandonó ese lugar hace mucho tiempo y otros también han venido y se han ido del mismo lugar, como flores de estación. Las posesiones materiales son sólo como flores de estación, o las flores se marchitan, o el jardinero mismo se marcha. Esta es la ley de la naturaleza. Por lo tanto, si queremos vida, conocimiento y bienaventuranza permanentes, debemos buscarlos en otra parte, no en la variable y temporal estación lluviosa, que está inundada de tantas variedades de agradables visiones que se desvanecen cuando la estación termina.

Las manifestaciones materiales de las cosas, no son más que representaciones oscurecidas de la realidad, que se compara a los espejismos del desierto. En el desierto no hay agua, pero el tonto venado corre detrás del agua ilusoria en el desierto para mitigar su corazón sediento. El agua no es irreal, sino que el lugar donde la buscamos es engañoso. El avance de la civilización materialista es como un espejismo en el desierto. El venado corre tras el agua en el desierto a toda velocidad y la ilusión del agua se desplaza hacia adelante a la misma velocidad del venado tonto. El agua existe, pero no debemos buscarla en el desierto. Por su experiencia pasada, una entidad viviente recuerda la verdadera felicidad de su existencia espiritual original, pero, desde que se olvidó de sí misma, busca la felicidad espiritual o permanente en la materia, aunque esto sea imposible de lograr.

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