La vida proviene de la vida
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La ciencia: “vaca sagrada” del mundo moderno

Es característico de la sociedad humana que en todas las épocas exista un tabú, un tema intocable, un algo del que no se puede —o no se quiere— hablar. Y esto siempre surge por la tendencia colectiva e irracional de no querer cambiar lo establecido ni admitir que haya fallas, errores y engaños en lo que ya se tiene… ¿Por qué la gente adopta repetidamente semejante actitud? Por ignorancia. Por una comodidad mal entendida, que a la larga los importuna de manera fatídica. La ley “del mínimo esfuerzo”, por la cual se piensa que “sin tener que hacer nada, todo se arreglará algún día”, pone a las grandes masas en manos de los inescrupulosos que explotan su ingenuidad e inercia, resguardados tras algún inviolable tabú.

Sin embargo, en los últimos tiempos nuestras ilusiones se han hecho añicos. Las reiteradas denuncias de fraude generalizado al consumidor y gran colusión política y soborno han destruido nuestra anterior inocencia. Ahora sabemos que a través del marketing masivo y los medios de comunicación, se puede crear un velo de fantasía y engaño con tal pericia sin precedentes que puede ser imposible para nosotros distinguir entre sustancia y simulación, realidad e ilusión.

Hoy en día, muchos científicos están propagando la doctrina de que la vida se origina en la materia. Sin embargo, no pueden proporcionar pruebas, ya sea experimental o teóricamente. De hecho, mantienen su postura esencialmente en la fe, frente a todo tipo de objeciones científicas. Śrīla Prabhupāda señala que este dogma infundado ha causado un gran daño a las normas morales y espirituales en todo el mundo y, por lo tanto, ha causado un sufrimiento incalculable.

Aunque acosados por la duda interna y la división, los científicos modernos de alguna manera han logrado presentar un frente unido al público no científico. Su comportamiento trae a la mente lo peor en trucos políticos y corporativos. Por ejemplo, a pesar de la reciente protesta por enmascarar las dificultades de mantener estándares de seguridad en las plantas de energía nuclear, los científicos y el gobierno siguen comprometidos con la energía nuclear e incluso toman en cuenta el hecho de que no existe una forma segura de lidiar con los desechos radiactivos.

En obras populares y en libros de texto, los científicos presentan su explicación acerca del origen material de la vida como única conclusión científica posible. Ellos declaran que ninguna otra teoría puede ser científicamente admisible. Y, así pues, todo el mundo aprende que la vida surgió gradualmente a partir de sustancias químicas, de un “caldo original” compuesto de aminoácidos, proteínas y otros ingredientes fundamentales. Aun así, los mismos científicos reconocen en sus revistas y discusiones privadas, que su teoría enfrenta dificultades grandes y a veces insuperables. Por ejemplo, ciertos aspectos del mecanismo de codificación del DNA ponen muy en duda la esencia del pensamiento evolutivo. El notable biólogo W.H. Thorpe escribe: “Así pues, puede que nos encontremos ante la posibilidad de que el origen de la vida, así como el origen del universo, se vuelva una barrera impenetrable para la ciencia, y un obstáculo que resista todos los intentos de reducir la biología a química y física”. El muy conocido evolucionista Jacques Monod ha señalado esas mismas dificultades. Theodisius Dobzhansky, otro destacado defensor de la evolución, no puede menos que estar de acuerdo: “Nuestro conocimiento científico es desde luego muy insuficiente para proporcionar alguna clase de explicación satisfactoria en lo que se refiere a esas transiciones [de la no-vida a la vida, de la no-mente a la mente. Biólogos tan básicamente diferentes en sus... puntos de vista como W.H. Thorpe y Jacques Monod, están de acuerdo en que el origen de la vida es un problema difícil y, por ello, sumamente inabordable y muy lejos de estar resuelto. Me sumo a esa opinión”. Dobzhansky continúa, y dice que el origen de la vida es “milagroso”. Esas confesiones de Dobzhansky, Monod y Thorpe no son únicas en absoluto. Sin embargo, en las presentaciones populares y libros de texto uno encuentra muy pocos indicios de esa duda tan generalizada.

En físico Wigner, ganador del premio Nóbel, ha demostrado que la probabilidad de la existencia de una unidad auto reproductiva es cero. Como la capacidad de reproducirse es una de las características fundamentales de todo organismo vivo, Wigner concluye que nuestro actual conocimiento de física y química no nos permite explicar el fenómeno de la vida. Herbert Yockey ha demostrado mediante la teoría de la información, que incluso una molécula de información sencilla, tal como el citocroma c (¡qué decir de los organismos complejos!), no pudo haber surgido por casualidad en todo el transcurso de la existencia que se le ha calculado a la Tierra: “Uno debe concluir que, en oposición a la sabiduría establecida y corriente, un argumento que describa la génesis de la vida en la Tierra mediante casualidad y causas naturales y que pueda ser aceptado sobre la base de hechos y no sobre la base de un acto de fe, aún no se ha escrito”.

Como podemos ver, por una parte, muchos científicos tienen un fuerte compromiso personal con el concepto de que la vida proviene de la materia. Por otra parte, reconocen que no tienen la evidencia que corrobore su convicción, y que su teoría está llena de problemas irresolubles. Ellos están convencidos de que la vida surgió de la materia y puede reducirse a materia, pero al mismo tiempo deben confesar que poseen escasas bases científicas para apoyar su convicción. Así pues, su teoría es a priori: rechaza el método científico y la propia ciencia. Su ferviente y casi mesiánica esperanza es que algún día, de una u otra forma, alguien puede que llegue a confirmarla, y, mientras tanto, su fe permanece inquebrantable.

Los deslumbrantes logros tecnológicos han dado a los científicos modernos un aura de infalibilidad, por lo que cuando los científicos presentan teorías no comprobadas o demostrables sobre el origen de la vida, las personas tienden a aceptar con fe ciega. En Pasajes sobre la Tierra, William Irwin Thompson escribe: "Al igual que una vez no hubo apelación del poder de las iglesias sin arriesgarse a la condenación, ahora el poder de la ciencia no puede apelar sin arriesgarse a una acusación de irracionalidad o demencia". Y como señala el botánico Garrett Hardin, cualquiera que cuestione el estado de Darwin "atrae inevitablemente el ojo psiquiátrico especulativo hacia sí mismo".

Los diálogos de La vida proviene de la vida puede que parezcan revolucionarios, pero, ¿no fueron Newton, Pasteur y Einstein científicos revolucionarios? La vida proviene de la vida no se limita únicamente a criticar a aquellos que respaldan la teoría de que la materia es el origen de la vida. Más bien, este libro los invita a dedicarse a una más genuina e intensa búsqueda de la verdad y el conocimiento, para así reorientar su valiosa inteligencia, recursos y esfuerzos, hacia el verdadero beneficio del mundo.

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